Recuperemos el periodismo como servicio

El periodismo no deja de dar malas noticias. Un nuevo ERE a la vista en una gran empresa, Unidad Editorial, la editora de El Mundo, Marca y Expansión, entre otros. Quienes hemos podido disfrutar de los mejores años de la Prensa en las redacciones de los periódicos, vemos con una mezcla de nostalgia y enfado el devenir de la profesión. La irrupción de internet y la crisis económica general (lo que, en el argot periodístico, se llama doble crisis) han dado la estocada a un trabajo que venía ya lastrado por la elevada precariedad laboral siempre instalada en el periodismo.

Empezar a ejercer de periodista con un contrato laboral ha sido a menudo una quimera. Cuando veías a tus amigos y compañeros de tu generación que empezaban la vida laboral contratados por una empresa, te encogías de hombros. «¿Y por qué no los periodistas?», era la pregunta recurrente. La respuesta la tenía que aportar el empresario pero casi nunca la daba. El personal de la imprenta, las secretarias, los comerciales, los administrativos… todos, menos los periodistas, empezaban a trabajar en el periódico dentro del marco legal.

La irrupción de las televisiones privadas, el desarrollo y crecimiento de los periódicos de papel, la llegada de los diarios gratuitos empezaron a vislumbrar a finales del siglo pasado un futuro más diáfano para los jóvenes periodistas, aunque la precariedad seguía sin desaparecer. «En unos años tendrás un  contrato laboral». ¿Cuántos periodistas han oído esta frase de sus jefes? La  diferencia es que entonces se solía cumplir.

Desde 2008 se han destruido 12.200 empleos de periodistas en España y en los últimos cinco años el salario medio de un periodista ha bajado un 17%, hasta situarse en menos de 27.000 euros anuales brutos, según constata el último informe de la Asociación de la Prensa de Madrid. Experimentados periodistas, con más de 20 años en la profesión, están cobrando poco más de 1.000 euros netos al mes. Y son los afortunados que han podido escapar del desempleo. Escasa retribución para mantener la independencia.

La relación con el poder siempre se ha movido en el alambre para garantizar una información veraz y honesta. Pero una década detrás, los salarios en los principales medios de comunicación y para periodistas experimentados eran al menos dignos. Con un poco de honestidad, el profesional rehuía cualquier intento de manipulación y adulación por parte de los poderes económicos y políticos.

En la última década todo ha cambiado. La drástica reducción de las plantillas de periodistas y la bajada generalizada de los salarios han creado unas condiciones en las que el periodismo de referencia, que comprueba las fuentes, investiga y construye historias contextualizadas, es poco viable. Las noticias son churros y el periodista, un obrero de la edición de textos. A los dueños y directivos de muchos medios, les interesa más la cantidad que la calidad y, sobre todo, que el coste disminuya sin límite alguno.

Consecuencias haylas. La calidad del periodismo ha bajado en picado y los medios líderes viven de la nostalgia del pasado. Los lectores no lo perdonan. Hace exactamente diez años, la suma de difusión diaria de El País, El Mundo, ABC y La Razón se situaba en torno a los 1.900.000 periódicos. Hoy, cuando comienza 2016, está en torno a los 500.000. Cuatro veces menos. Mientras que en Finlandia el nivel de confianza en los medios es del 68% y del 60% en Alemania, en España el nivel desciende al 34%, por detrás de Francia (38%) e Italia (35%).

Internet ha destrozado las redacciones de periódicos (Cuenca por ejemplo ya no tiene ningún diario impreso y se convierte en la segunda ciudad española sin periódico local impreso) pero al menos ha dado paso a infinidad de nuevos proyectos auspiciados por esos experimentados periodistas que tuvieron que dejar los grandes medios escritos.Nuevos proyectos, digitales exclusivamente, buscan huir del periodismo declarativo, más cómodo para muchos periodistas pero intrascendente para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Y se afanan, al menos algunos, en alejarse de la influencia de los poderes económicos y políticos, claves para que los lectores vuelvan a confiar en el periodismo. No debemos olvidarnos que la Prensa, más que un negocio, es un servicio a la ciudadanía, que en innumerables ocasiones ha evitado o al menos disminuido los desmanes de los que manejan el dinero de nuestros impuestos. Recuperemos el servicio. El ciudadano, con su atención a los que se mueven más por la veracidad que por la cuenta de resultados, tiene esta vez el poder.

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