Los super ricos que nos toman el pelo
Si fuera un extraterrestre que acaba de venir de otro planeta y en un par de horas me habría leído las portadas de digitales, periódicos de papel, escuchado los boletines de la radio y visionado un par de programas matinales, no tendría duda. Cojo la nave y me escapó lo más rápido que pueda y sobre todo sin que ningún terrícola ni su vetusta tecnología sepa de mi existencia.
Ricos que son más ricos porque no pagan sus impuestos, ex banqueros que aspiraron a ser presidentes de país y vuelven a prisión, diplomáticos que abusan de su inmunidad para engordar sus cuentas corrientes, empresarios que financian a partidos políticos para vivir de la obra pública…Por no hablar de los más de 120 casos de supuesta corrupción actualmente en España. Es un auténtica mierda.
Vivimos en la época de mayor desarrollo industrial y tecnológico de la humanidad, en la que las máquinas, como se auguraba durante el pasado siglo, realizan gran parte de las tareas de los seres humanos. Menos esfuerzo y menos tiempo al trabajo = mayor riqueza y bienestar general. Debería ser la ecuación.
La ecuación no se cumple. La desigualdad entre ricos y pobres en los países de la a Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha alcanzado su nivel más alto desde que existen datos hace tres décadas. La mitad de los empleos creados desde 1995 en los países miembros de esa organización que agrupa a 34 países han sido precarios. Y sigue sin pasar nada.
«Un mundo en el que el 5% de la población posee más dinero que el 95% restante es violento e insostenible», afirmaba recientemente el escrito Andrés Sorel. 20 personas alcanzaron el pasado año en España un patrimonio de 115.100 millones de euros, tanto dinero como el 30% de la población más pobre del país, según el último informe de Oxfam Intermon. Desde 2007, poco antes de la crisis, los salarios ha caído una media del 22%.
Nada cambia porque no les interesa a quienes amasan ingentes cantidades de dinero a costa de eludir sus impuestos. No hay que meter a todos en el mismo saco: todos conocemos empresarios que trabajan honradamente, han montado empresas de la nada y fabrican riqueza para todos. Los hay y muchos. Emprendedores a los que algunos tuercebotas les incluyen en aquella pléyade de evasores fiscales, en esa tradición tan nuestra de generalizar y no individualizar.
Hablo de los súper ricos. A los que no les basta tener unos millones de euros y a quienes su codicia es igual de infinita que el Universo. Y hablo de quienes viven de la evasión fiscal. ¿Por qué la Justicia no investiga a bancos y financieras que guardan esos cientos de millones de euros y aconsejan a sus opulentos clientes cómo salvaguardar esos monumentales fajos de billetes?
Aquí la culpa está repartida: entre quienes quieren ocultar su dinero y sus ayudantes. Me parecen igualmente detestables unos y otros. Esa evasión de impuestos es la única explicación de que la mayor riqueza en el planeta de las últimas décadas se transfiera a las mismas manos, unas pocas. Al resto nos queda estar agradecidos de tener un trabajo y unas vacaciones todos los años.
La historia dictamina que el ser humano se adapta a todo: desde la más cruenta de las guerras hasta las más abominables humillaciones por raza, religión o sexo. Y se resigna y seguirá claudicando ante la dictadura de esos súper ricos, que te pisotean delante de tus narices. A ver si la próxima vez me encuentro con el extraterrestre y me lleva a su galaxia.
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